En México todos los días, dentro o fuera de casa, millones de madres mexicanas sostienen a sus familias con trabajo, tiempo y afecto. Pero detrás de los festejos del 10 de mayo hay una realidad que muchas veces se oculta: el cuidado sigue recayendo desproporcionadamente sobre ellas, sin reconocimiento económico, legal ni institucional.
Las madres trabajan —en el hogar, en oficinas, en fábricas o en la informalidad—, pero también hacen tareas que no se pagan: cocinan, cuidan, educan, limpian. Son labores invisibles que sostienen la economía y la vida misma, pero que rara vez se contabilizan o valoran. Ser madre en México muchas veces significa cargar con jornadas dobles o triples sin derechos ni descanso.
No todas las maternidades se viven igual
Además, no todas las madres tienen las mismas condiciones: una madre indígena, migrante o trabajadora informal enfrenta obstáculos muy distintos a los de una madre con empleo formal y redes de apoyo. Reconocer eso también es parte del homenaje.
Y no olvidemos que ser madre no es solo un vínculo biológico. Muchas otras figuras —abuelas, tías, hermanas, amigas— cumplen roles de crianza sin que el sistema les reconozca como tales.
