Por Lidia Bonilla
Ciudad de México, julio de 2025.– En México, ejercer el periodismo siendo mujer implica enfrentar no solo los riesgos comunes de la labor informativa, sino una violencia específica y estructural que se agrava por motivos de género. Las agresiones no distinguen entre calle o redacción, pero su impacto se multiplica cuando las instituciones ignoran esta dimensión en los mecanismos de protección.
Así lo revela el diagnóstico “Voces en resistencia: impactos de la violencia en la vida de las periodistas”, elaborado por la organización Comunicación e Información de la Mujer A.C. (CIMAC), con el respaldo de la Embajada de Noruega. El documento alerta sobre las múltiples formas en que la violencia transforma la vida de las mujeres periodistas, desde la autocensura hasta el abandono del oficio.
Violencia sostenida, salud fracturada
El informe identifica que la violencia física, emocional y psicológica deja secuelas graves. Para muchas periodistas, los malestares de salud no son episodios aislados, sino la suma de agresiones constantes. En este contexto, la autocensura aparece como una medida de supervivencia, particularmente cuando las reporteras enfrentan la indiferencia o negligencia de editores, directivos y autoridades.
Además, los datos revelan una tendencia preocupante: el 36.4% de las periodistas ha pensado en dejar la profesión a causa de la violencia, mientras que el 27.3% lo está considerando actualmente. No se trata de decisiones individuales, sino del reflejo de un entorno que expulsa a las mujeres del espacio público y de los medios.
Violencia que deslegitima y silencia
Otra consecuencia frecuente es la desconfianza en sus propias capacidades profesionales, alimentada por el cuestionamiento constante de jefes, colegas o incluso parejas. Este tipo de violencia simbólica, aunque menos visible, impacta profundamente el ejercicio de la libertad de expresión.
“La violencia contra las periodistas no es neutral; está atravesada por su condición de género”, subraya el diagnóstico. La falta de una respuesta institucional con enfoque diferencial perpetúa un sistema que desprotege a quienes informan, incomodan o visibilizan problemáticas sociales desde una mirada crítica y de género.
Proteger con perspectiva de género
CIMAC plantea que toda agresión contra una mujer periodista debe entenderse como violencia de género, aun cuando el agresor sea una pareja o ex pareja. Omitir este enfoque puede llevar a minimizar los riesgos o a no aplicar medidas adecuadas de protección.
La propuesta es clara: los análisis de riesgo deben incorporar variables como la carga de cuidados, el contexto sociopolítico, la desigualdad económica y las múltiples formas de discriminación que enfrentan las mujeres periodistas, incluyendo el racismo, la discapacidad o la orientación sexual.
“El Estado mexicano no puede seguir aplicando un modelo neutral a una realidad profundamente desigual. Incorporar la perspectiva de género en el Mecanismo de Protección no es opcional: es urgente”, concluye el diagnóstico.
Más allá de cifras, se trata de vidas
La violencia contra mujeres periodistas atenta directamente contra la democracia. En un país que no está en guerra, pero lidera la lista de periodistas asesinados en el mundo, garantizar la libertad de expresión pasa por reconocer las violencias diferenciadas que enfrentan las mujeres que ejercen el periodismo.
El llamado de organizaciones como CIMAC es firme: el silencio no puede ser la única salida para las periodistas. Urge una respuesta estructural, con enfoque de género, que garantice su seguridad, su voz y su derecho a informar sin miedo.
Con imágenes e información de CIMAC