El gobierno anuncia el alza a 315 pesos diarios y promete reducir la jornada laboral hasta 2030, pero la inflación y la informalidad desafían el avance.)
Por Lidia Bonilla / RealidadesMx
El gobierno federal ha confirmado la nueva realidad salarial para México: a partir del 1 de enero de 2026, el salario mínimo general pasará de 278.80 a 315.04 pesos diarios. Este incremento nominal del 13% reafirma la política de recuperación de ingresos, pero deja una sensación agridulce: las cifras suben, pero la meta de una vida digna sigue estando lejos para la mayoría.
En la Zona Libre de la Frontera Norte, motor industrial clave, el ajuste será más moderado: el mínimo subirá de 419.88 a 440.87 pesos, buscando mantener la competitividad sin descuidar el ingreso.
Un alivio que no alcanza para transformar
Con este ajuste, el ingreso mensual rondará los 9,450 pesos. Aunque la cifra suena mayor, su peso real se diluye rápidamente al cruzar la puerta del supermercado o al pagar la renta.
La ecuación es dura: mientras el salario sube por la escalera, el costo de la vivienda, el transporte y la canasta básica sube por el elevador. Este aumento alivia la presión inmediata, pero no logra blindar el poder adquisitivo de las familias frente a una inflación persistente.
El elefante en la habitación: La Informalidad
El incremento salarial tiene un límite estructural invisible pero sólido: la informalidad.
Más del 50% de la fuerza laboral en México trabaja sin contratos ni seguridad social.
Para ellos, el decreto oficial es papel mojado; tener empleo no garantiza salir de la pobreza ni acceder a derechos plenos.
La estrategia de recuperación salarial iniciada en 2018 ha sido constante, pero sin una formalización masiva del empleo, sus beneficios se quedan cortos.
La promesa a largo plazo: Jornada de 40 horas
Junto al aumento, resurgió el compromiso de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. Sin embargo, la implementación será un maratón, no un sprint: se aplicará gradualmente entre 2027 y 2030.
Si bien la medida busca alinearse con estándares internacionales de bienestar, la falta de claridad en las «reglas del juego» genera incertidumbre: ¿Cómo se evitarán recortes salariales? ¿Qué candados impedirán la precarización o la sobrecarga de trabajo durante la transición?
Las cuentas pendientes de la Agenda Laboral
Más allá del discurso optimista, el anuncio deja vacíos que requieren respuesta urgente por parte del Estado y la iniciativa privada:
Blindaje al ingreso: ¿Qué mecanismos evitarán que la inflación devore este 13% en el primer trimestre?
Vivienda y Cuidados: ¿De qué sirve ganar más si no hay vivienda accesible ni un Sistema Nacional de Cuidados para las mujeres trabajadoras?
Protección Universal: ¿Cómo integramos a quienes hoy viven al margen de la ley laboral?
Conclusión
En un país donde millones viven al día, subir el salario mínimo es un paso indispensable, pero insuficiente si se da en solitario. Para que el dinero rinda, México necesita transitar de una política de aumentos a una política de bienestar integral, que incluya control de precios, vivienda digna y fiscalización real.
Por ahora, el mensaje para el trabajador es claro: el salario avanza, pero la vida sigue encareciéndose más rápido.

