Por Lidia Rita Bonilla Delgado
En tiempos donde lo artesanal se vende como tendencia, pero se margina en la práctica, el encuentro “ORIGINAL. Encuentro de Arte Decorativo y Utilitario” en el Complejo Cultural Los Pinos representa mucho más que una feria de artesanías: es un acto político, una reivindicación y una plataforma de justicia cultural.
Organizado por la Secretaría de Cultura y el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), y con respaldo directo de la presidenta Claudia Sheinbaum, el evento congrega a 250 maestras y maestros artesanos de 28 estados. Se exhiben y comercializan más de 30 mil piezas elaboradas con técnicas ancestrales en barro, cerámica, fibras vegetales, madera, cera o vidrio. Pero lo más valioso no es la cifra, sino el vínculo humano que se genera entre creador y visitante, en un espacio pensado no solo para vender, sino para escuchar, aprender y respetar.
Una de las apuestas más relevantes del encuentro es su Consejo Asesor, integrado por artesanos y artesanas con reconocimiento comunitario, quienes no solo producen, sino que deciden y curan lo que ahí se presenta. Esta participación rompe con el modelo vertical, paternalista y centralista que históricamente ha dominado el trato institucional hacia el arte popular.
“ORIGINAL” también lanza un mensaje contundente: no se regatea la cultura. Se invita a valorar cada pieza no como souvenir, sino como expresión viva de identidad, historia y conocimiento transmitido por generaciones. En una economía desigual, el regateo no es folclore: es violencia simbólica.
Además, este primer encuentro del año —de cuatro que se realizarán— no se limita al mercado. Ofrece talleres intergeneracionales como “Nanas y Tatas” y “Escuincles”, fomenta la preservación del conocimiento entre mayores y niñez, y crea un ambiente de fiesta viva con música, danza y cocinas tradicionales que refuerzan la integralidad del patrimonio cultural mexicano.

Sin embargo, el reto no está solo en el evento. Está en lo que venga después. ¿Cómo asegurar que esta política no sea solo coyuntural o sexenal? ¿Cómo garantizar condiciones dignas de producción y protección legal frente al plagio industrial y el uso comercial indebido de diseños indígenas?
“ORIGINAL” es un excelente punto de partida. Pero el arte popular mexicano, con toda su diversidad, merece no solo escaparates y aplausos: merece presupuesto, derechos, redes y respeto continuo. Que el arte decorativo y utilitario siga siendo eso: arte. No subproducto del olvido, sino símbolo de una nación que honra su raíz y la proyecta con dignidad.

