Por Lucía Bernarda
Desde las entrañas de la sierra de Tepehuanes, Durango, emerge un eco antiguo que se resiste a morir. Es el canto cardenche, herencia viva de los pueblos del norte mexicano, que hoy encuentra una nueva forma de respirar en pentagramas y partituras. Bajo el nombre “Antología del tasajo cardenche serrano”, un grupo de mujeres decididas ha emprendido la titánica tarea de rescatar con tinta lo que por siglos vivió únicamente en la voz.
Ensambladas bajo el nombre Mujeres Cardencheras, Alma Leticia Montenegro García, María Guadalupe Ríos Herrera y Catalina Bañuelos Chávez han reunido y transcrito 40 canciones cardenches, en un acto que entrelaza tradición, historia y justicia. Su proyecto fue seleccionado en la convocatoria Músicos Tradicionales Mexicanos 2024, impulsada por el Sistema Creación de la Secretaría de Cultura, y se desarrollará en cuatro etapas, a lo largo de dos años.
“El canto cardenche no se improvisa, se hereda”, explica Montenegro. “Lo aprendimos de nuestras abuelas, lo escuchamos en los entierros, en los rezos, en los patios polvorientos. Nunca hubo partituras: todo era del oído al alma”.
Hoy, ese canto libre, sin métrica fija, desafía las lógicas convencionales de la notación musical. La dificultad de traducir su cadencia errante a papel no ha detenido a las Cardencheras. Lo han hecho por ellas, sí, pero también por quienes vendrán. Para que las nuevas generaciones no inventen melodías desde el vacío, sino que conozcan la voz real de la sierra.
Las que siempre cantaron, aunque no las escucharan
Durante décadas, se asumió que el cardenche era cosa de hombres. En la Comarca Lagunera, así se contaba la historia. Pero Montenegro desmonta esa versión con la fuerza de la verdad: “Las mujeres siempre cantamos. El problema fue que no nos veían. Desde las cofradías del siglo XVIII, nosotras sostuvimos el canto. Lo traemos desde niñas”.
Quizás lo más conmovedor del proyecto es que muchas de las canciones fueron rescatadas por mujeres mayores que aprendieron a leer y escribir solo para salvar su memoria musical. Las escribieron en pedazos de cartón, en cajas de medicina, en lo que tuvieran a mano. Así sobrevivieron alabanzas religiosas del siglo XVIII, como una de 1776 que ahora será parte de la antología.
El canto, entonces, no es solo voz: es resistencia. Es un acto político, un reclamo de espacio y dignidad.
Un puente entre generaciones
En este esfuerzo también participan jóvenes músicos profesionales que, partitura en mano, se suman a la labor de preservación. Juntos construyen un puente entre el legado oral y el conocimiento técnico, entre la libertad del canto y la estructura de la notación.
“Gracias al apoyo del Sistema Creación, podemos dejar algo formal para las nuevas generaciones”, señala Montenegro. “Es un sueño hecho papel: la constancia de lo que siempre estuvo solo en la memoria”.
Con este proyecto, las Mujeres Cardencheras no sólo están rescatando una tradición. Están reclamando su lugar en la historia. Están sembrando un futuro donde las voces de sus abuelas, sus madres, sus hijas y ellas mismas ya no sean susurradas, sino reconocidas.
“Ponemos sobre la mesa nuestro corazón serrano, nuestras canciones, nuestra memoria. Esto no es solo para nosotras: es para todos”, concluye Montenegro.
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