Por Lidia Bonilla
En el periodismo, las coincidencias rara vez son casuales. A veces son el hilo invisible que une trayectorias, luchas y resistencias. Con la familia Cuéllar Cardona-Ridriguez Quintanilla me une esa historia compartida de oficio, aprendizaje y dignidad, forjada en los años donde ejercer la palabra libre costaba más que un salario.
Recuerdo a Rosa María Rodríguez Quintanilla —Rosi— con la claridad de quien dejó huella. En los albores del Siglo XxI,, cuando hablar de periodismo con perspectiva de género era todavía un atrevimiento, ella nos convocó a mirar el oficio desde otro lugar: el de las mujeres que también narran, denuncian y transforman. Aquellos talleres, redes y encuentros no solo formaron periodistas; formaron conciencia.
Por eso, ver hoy a esa misma familia bajo ataque no puede leerse como una simple disputa política o mediática. Lo que está en juego es más profundo: la credibilidad de un gremio que se ha sostenido con precariedad, valentía y trabajo colectivo.
Francisco Cuéllar Cardona, periodista de larga trayectoria y hoy funcionario público, se enfrenta a la paradoja de ejercer desde el gobierno sin dejar de ser reportero. Esa frontera es incómoda, y lo es más cuando los adversarios del pasado encuentran en ella una oportunidad para ajustar cuentas. Las campañas de difamación que se ciernen sobre su nombre no son nuevas; responden a un viejo guion del poder: deslegitimar al mensajero para controlar el mensaje.
Pero no se trata solo de él. Cada golpe mediático, cada rumor sembrado, cada intento de dividir al gremio, es también un ataque a la memoria colectiva de quienes hemos trabajado por un periodismo más libre y más justo.
El gremio tamaulipeco necesita recordar que su fuerza está en la unión, no en la sospecha. Que las diferencias son inevitables, pero el respeto y la empatía son indispensables. Que el poder político cambia de rostro, pero nunca deja de intentar domesticar la voz crítica.
Hoy, más que nunca, el periodismo debe volver a mirarse hacia adentro: para sanar, para defenderse y para no olvidar quiénes somos ni por qué seguimos escribiendo.
La lealtad entre colegas no es complicidad; es memoria. Y en tiempos donde el poder se reinventa para silenciar, resistir con dignidad sigue siendo el acto más subversivo de todos.
En RealidadesMx creemos que el periodismo se honra con verdad, se defiende con ética y se sostiene con solidaridad. Lo demás es ruido.

