Rituales, milpa y nixtamal como una ruta turística del maíz en Chiapas
Primer Plano Magazine / Noé Juan Farrera Garzón. – El maíz, considerado herencia viva de los pueblos originarios, representa en Chiapas mucho más que un alimento: es raíz cultural, identidad y vínculo con la naturaleza. Desde tiempos ancestrales, mayas y zoques lo han reconocido como símbolo de vida, pues de acuerdo con el Popol Vuh, la humanidad fue formada con su masa, consolidando así una cosmovisión en la que este grano se convierte en esencia y sustento espiritual.
En diversas comunidades chiapanecas aún se celebran rituales en torno al maíz, donde las familias agradecen a la tierra y a las deidades por la cosecha. Estos actos no solo fortalecen la unión comunitaria, sino que también transmiten a las nuevas generaciones, el valor sagrado de este cereal.

La técnica de nixtamalización, desarrollada hace miles de años y vigente en la actualidad, es un claro ejemplo del ingenio prehispánico. Consiste en hervir los granos con cal, lo que facilita su digestión, aumenta sus nutrientes y aporta calcio. De esta tradición surge la base de la gastronomía chiapaneca: tortillas, tamales, atoles y una gran variedad de platillos que hoy cautivan tanto a locales como a visitantes.
Asimismo, la práctica de la milpa tradicional —en la que se cultivan de manera asociada maíz, frijol, calabaza y quelites— sigue siendo parte de la vida cotidiana en muchas regiones rurales del estado. Este sistema agrícola no solo garantiza la seguridad alimentaria, sino que promueve la biodiversidad y la sostenibilidad, convirtiéndose en un ejemplo de equilibrio entre ser humano y naturaleza.
Para el turismo cultural y gastronómico, acercarse al maíz, es una oportunidad de adentrarse en el corazón vivo de Chiapas: en sus rituales, en sus campos y en sus cocinas, donde el grano sagrado sigue contando la historia de un pueblo, que honra su pasado mientras proyecta su futuro.
