Cecilia Payne-Gaposchkin: la mujer que lo descubrió y aún así tuvo que dar las gracias por un sueldo miserable
Hoy el universo nos da una historia de química y desmemoria
Por si pensabas que el machismo no alcanzaba las estrellas, aquí va una historia celestialmente indignante.
Era 1925 y Cecilia Payne-Gaposchkin, una joven británica con más neuronas que paciencia, se convertía en la primera persona —sí, persona, no mujer— en obtener un doctorado en astronomía en Harvard. ¿La recompensa? Años sin puesto oficial, un salario de risa y toneladas de condescendencia. Porque, claro, en el universo académico, tener vagina parecía ser más determinante que tener cerebro.
Desde niña, Cecilia supo cuál era su lugar en el cosmos… o al menos el que le querían imponer. Mientras su hermano era el “elegido” para ir a Oxford, ella tenía que buscarse la vida si quería estudiar en Cambridge. Spoiler: lo hizo. Pero en el laboratorio la trataban como si se hubiera colado por error. Las mujeres eran segregadas y tratadas como alumnas “de segunda clase” —porque claro, el talento científico solo florece en cuerpos masculinos, ¿no?
Y cuando por fin llegó a Harvard, tras dejar atrás la muy conservadora Inglaterra, la historia no mejoró tanto. Durante décadas trabajó como investigadora, dio clases y dirigió tesis… sin tener un puesto oficial. Básicamente, hizo todo el trabajo de un catedrático, pero con el título de “buena voluntad”. Fue hasta 1938 que le dijeron: “bueno, está bien, sí eres astrónoma”.
¿Y qué hizo Cecilia mientras tanto? Nada menos que revolucionar la astrofísica. En su tesis doctoral demostró que las estrellas —incluido nuestro Sol— están compuestas principalmente de hidrógeno y helio, no de los mismos elementos que la Tierra, como se creía. Un descubrimiento que hoy se enseña en cualquier clase de primaria, pero que en su momento fue tan radical que sus colegas hombres no quisieron creerlo… hasta que, años después, lo confirmaron ellos mismos y —sorpresa— se llevaron todo el crédito.
¿Premio Nobel? Ni soñarlo. Aunque su trabajo cambió la historia de la ciencia, fue sistemáticamente ignorada por la comunidad que no sabía qué hacer con una mujer brillante que no se callaba ni se conformaba.
Tuvieron que pasar décadas para que alguien en Harvard dijera: “¡Oh! ¿Cecilia sigue cobrando como becaria?” y le subieran el sueldo. Fue gracias a Donald Menzel, quien, a diferencia de otros jefes con más ego que decencia, sí reconoció su trabajo y la nombró profesora titular y directora del Departamento de Astronomía.
Cecilia Payne-Gaposchkin no solo nos mostró de qué están hechas las estrellas; también nos dejó claro de qué están hechas muchas instituciones académicas: de prejuicio, misoginia y un poquito de hipocresía.
Pero ella brilló. Aunque le apagaran la luz. 🌟