En diciembre, la basura también celebra. Mientras las familias del sur de Tamaulipas se reúnen para posadas, cenas y festejos de fin de año, la generación de residuos se dispara sin que exista una discusión pública a la misma escala del problema.
En ciudades de América Latina, los residuos aumentan hasta 30% durante la temporada navideña. En grandes zonas urbanas como la Ciudad de México, esto se traduce en más de 4 mil toneladas adicionales de basura al día. Aunque en Tamaulipas no hay cifras públicas desagregadas por temporada, autoridades municipales y trabajadores de limpia coinciden en un patrón: diciembre es el mes con mayor carga para los servicios de recolección.
El problema no es solo cuánto se tira, sino qué se tira. Los empaques de regalos incrementan los desechos de cartón, las botellas de bebidas elevan los residuos de vidrio y una parte considerable de la comida preparada termina en el bote.
En municipios como Tampico, Madero y Altamira, donde la disposición final de residuos ya enfrenta retos estructurales —rellenos sanitarios saturados, tiraderos a cielo abierto y costos crecientes de traslado—, el aumento estacional de basura evidencia una falla compartida: consumo sin planeación y políticas públicas reactivas, no preventivas.
Organizaciones ambientales y académicas insisten en que el problema no se resuelve solo con más camiones recolectores. La clave está en reducir desde el origen, modificar hábitos y asumir que la celebración también tiene impacto ambiental.
Eliminar desechables en reuniones, reutilizar envolturas, compartir recipientes para evitar desperdicio de comida y conservar decoraciones para siguientes años son acciones simples, pero con efectos reales.
En una región costera, donde la basura termina muchas veces en lagunas, ríos o el Golfo de México, la pregunta es incómoda pero necesaria:
¿vale la pena una fiesta que deja más residuos que recuerdos?
