Docentes del Tecnológico de Ciudad Madero acusan acoso laboral y abandono institucional, mientras la dirección jurídica responde con evasivas legales y promesas de “recorridos”.
En el Tecnológico de Ciudad Madero la tensión entre la base trabajadora y la dirección se agudiza. Docentes y personal sindicalizado reclaman acoso laboral, deterioro de instalaciones y falta de voluntad de diálogo por parte de la administración, mientras que la autoridad jurídica responde con evasivas y un legalismo que, lejos de resolver, posterga el conflicto.
Durante una reunión reciente, los trabajadores expusieron que han asistido en múltiples ocasiones a pláticas y mesas de diálogo, siempre con disposición, pero sin obtener soluciones. Acusaron que la dirección ha utilizado las actas administrativas como mecanismo de presión en lugar de atender las irregularidades señaladas en las convocatorias de plazas.

“Siempre ha habido voluntad de nuestra parte; el problema es que la directiva no muestra la suya. El acoso laboral sigue y a varios nos han levantado actas por manifestarnos contra lo que todos vemos”, denunció uno de los docentes.
Por su parte, Antony Andrés Pérez Méndez, director jurídico del Tecnológico Nacional de México, admitió que existen cuatro actas levantadas —dos por acoso y dos por omisiones en la firma de dictámenes—, pero se limitó a subrayar que los casos deben seguir su curso en el Tribunal Federal. “Nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario”, señaló, dejando claro que no habrá decisiones inmediatas.
La narrativa oficial se centra en la falta de un pliego petitorio formal, pese a que los trabajadores insisten en que han entregado documentos y se han manifestado en reiteradas ocasiones. Mientras tanto, los problemas estructurales —como la cafetería deteriorada, la falta de mantenimiento en el campus y el desgaste de la relación laboral— permanecen sin respuesta efectiva.
El discurso de “unidad” y “cuadyuvar entre las partes” contrasta con la realidad: un magisterio que denuncia hostigamiento y una comunidad estudiantil que observa cómo las instalaciones del instituto se vienen abajo.
En el fondo, lo que está en juego no es solo la relación laboral en un plantel, sino la credibilidad de una institución que debería formar profesionales, no conflictos. La base trabajadora pide respeto y soluciones, la dirección promete recorridos y trámites. La brecha entre ambas posturas crece, y con ella, el riesgo de que el desprestigio del Tecnológico de Madero se profundice.
