Por Lidia Rita Bonilla Delgado
📌 Haciendo referencia a las opiniones de las periodistas Cristina Gómez, y Liliana Rivera Grimaldo , así como del colega José Luis García.
En estos tiempos donde las redes dictan sentencias y la justicia parece más pendiente del trending topic que del debido proceso, ser mujer, comunicadora y defensora de derechos humanos se vuelve una triple desventaja. El caso de Priscila Sobrevilla, vocera del DIF Madero, lo dejó claro: la justicia no siempre escucha; a veces, solo reacciona.
Cristina Gómez lo expresó con una claridad que incomoda: “La peor violencia que puede recibir una mujer viene de otra mujer.” En su columna del 11 de julio en De Buena Fuente, Gómez lanza una denuncia que nos sacude: Priscila fue juzgada y condenada por un grupo de señoras que, sin pruebas ni contexto, la lincharon públicamente. ¿Su “crimen”? Presuntamente empujar a un influencer con historial de provocación.
Pero lo que debería haber sido un llamado al diálogo terminó en detención arbitraria. La policía actuó con una celeridad digna de película… si la película fuera una distopía. Sin denuncia formal, sin pruebas contundentes y sin respetar el derecho básico de ser escuchada, Priscila fue esposada y exhibida como culpable.
Cristina lo deja claro: “Resulta escalofriante la facilidad con que la policía la detuvo.” Y tiene razón. Mientras algunos expedientes duermen el sueño eterno (como el caso de una abuelita atropellada hace seis años), con Priscila el sistema se “apuró”. Qué conveniente.
La Red de Mujeres Periodistas del Sur de Tamaulipas no se quedó callada, y tampoco la Red Estatal. Desde nuestro espacio como comunicadoras y ciudadanas, nos sumamos: esto no va solo de Priscila. Va de todas. Porque si a ella la pueden detener por presión social y sin pruebas, mañana puede tocarnos a cualquiera.
Liliana Rivera Grimaldo también alzó la voz con dignidad. En su pronunciamiento, retoma la frase de Kapuściński: “Los cínicos no sirven para este oficio.” Y vaya si tenía razón. Hoy vemos cómo algunos se disfrazan de periodistas para lucrar con el escándalo, fabricar historias o encender fuegos que otros deben apagar.
Rivera Grimaldo no solo defiende a Priscila. Defiende el oficio. El verdadero. El que investiga, el que confronta con ética, el que no se arrodilla ante likes ni algoritmos. Nos recuerda que la libertad de expresión no es carta blanca para atropellar reputaciones ni alimentar linchamientos.
Y aquí viene José Luis García a cerrar el círculo. Con casi 30 años de trayectoria, advierte algo que muchos quieren ignorar: “Escudarse en el ejercicio periodístico para acusar a la autoridad o incitar a la opinión pública no es ético.” Lo dijo a raíz del caso de Esteban Paredes, reportero que presuntamente manipuló una agresión para victimizarse y culpar a una funcionaria.
García no pide que callemos abusos. Pide rigor. Porque cuando el periodismo se convierte en herramienta de venganza o protagonismo, deja de ser periodismo. Se vuelve circo.
Hoy, ante el caso de Priscila, se alzan voces que aún creen en el buen periodismo. En el que se planta con la verdad aunque duela, en el que incomoda a los poderosos, sí, pero también se cuida de no convertirse en verdugo público.
Priscila fue víctima. De un sistema que actuó sin pruebas. De un sector del gremio que prefiere el escándalo a la ética. De un entorno donde ser mujer y tener voz puede costarte la libertad.
Por eso, desde aquí, no solo exigimos justicia. Exigimos memoria. Que este caso no pase como uno más. Que nos recuerde por qué hacemos periodismo, y por quién lo hacemos.
Porque si no somos capaces de defender a una de las nuestras cuando la tiran al ruedo sin razón, ¿entonces para qué estamos?
📢 #JusticiaParaPriscila
📢 #PeriodismoConÉtica
📢 #NiUnaMenosEnLosMedios