• 17 de octubre de 2025 3:35 am
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🌸 “El abrazo que venció al sistema”: la historia de Gabriela y Gabita, una madre contra la injusticia

PorREALIDADESMX

Oct 17, 2025

Por Realidades Mx

TAMPICO.— Cuando la justicia se convierte en un laberinto, hay madres que aprenden a recorrerlo con el corazón como brújula.
Así lo hizo Gabriela Bujanos Salazar, quien durante meses enfrentó violencia, indiferencia institucional y un sistema judicial que parecía escrito para hacerla rendirse. Pero no lo hizo.

Durante semanas, el nombre de Gabita, su hija de tres años, recorrió redes sociales, pantallas y oficinas públicas, después de que la menor desapareciera junto a su padre, el odontólogo Alejandro Ávila Limas, en medio de un proceso de custodia plagado de irregularidades.

El Juzgado Tercero Familiar de Tampico, a cargo de la jueza Roxana Ibarra Canul, había ordenado en agosto retirar la patria potestad a Gabriela bajo el argumento de que no había comparecido a audiencias de convivencia.
Pero esa versión se derrumbó cuando su defensa demostró que nunca fue notificada conforme a derecho. El DIF Madero tampoco fue informado, pese a que, según protocolo, debía intervenir para salvaguardar el interés superior de la menor.

Ante la falta de garantías, Gabriela llevó su caso a la Justicia Federal. Y fue ahí donde comenzó el giro.
La jueza federal Nora Victoria Bonilla Marín concedió un amparo y ordenó la restitución inmediata de la patria potestad, además de exigir que el procedimiento se realizara bajo un “protocolo libre de violencia”.

Sin embargo, la orden no se cumplió. El padre huyó con la niña.
Siguieron días de búsqueda, cateos, alertas Amber y hasta medidas migratorias. La desesperación creció, pero también la solidaridad: colectivos de mujeres, activistas y periodistas amplificaron la voz de Gabriela, exigiendo justicia y señalando la inacción judicial.

El Poder Judicial de Tamaulipas, presionado por las denuncias, ordenó una visita especial al Juzgado Tercero Familiar.
La nueva presidenta del Tribunal Superior de Justicia instruyó una investigación sobre presuntos actos ilícitos dentro del juzgado y el papel de una funcionaria que habría favorecido al padre.
Por primera vez, el aparato judicial comenzó a mirarse a sí mismo.


💔 Una historia de dolor que abrió paso a la esperanza

Este jueves, en el Centro de Convivencia Familiar (CECOFAM) de Altamira, la historia tuvo un final distinto.
Gabita fue entregada voluntariamente por familiares del padre, y el encuentro con su madre fue tan breve como eterno:

“La niña corrió a los brazos de Gabriela, llorando. La madre la sostuvo, temblando. Fue el abrazo que la justicia había tardado demasiado en permitir.”

El abogado Tomás González, defensor de Gabriela, lo resumió con una frase que suena a sentencia moral:

“Esta madre enfrentó sola a un sistema entero. Pero su amor fue más fuerte que la corrupción.”


⚖️ Lecciones de un caso que debería marcar precedente

El caso Bujanos-Ávila no es solo una historia con final feliz: es una radiografía de cómo las deficiencias judiciales pueden poner en riesgo a niñas y madres víctimas de violencia.
La falta de notificaciones adecuadas, la omisión de los protocolos de protección infantil, y la lentitud con la que se investigan las irregularidades dentro del Poder Judicial, son síntomas de una justicia que todavía no se coloca del lado de la vida ni de la verdad.

Sin embargo, esta vez, la reacción ciudadana y la presión social fueron más veloces que la negligencia institucional.
La intervención del DIF Tamaulipas, encabezado por el Lic. Jorge Galván, y el acompañamiento de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, fueron claves para que la restitución se concretara sin violencia.


🌱 Epílogo: el amor como último tribunal

Hoy, Gabriela y Gabita están juntas.
Pero detrás de ese abrazo hay un precedente: la justicia solo existe cuando es humana, cuando escucha antes de dictar sentencia y protege antes de juzgar.

Este caso debería obligar a revisar cada juzgado familiar donde la burocracia haya olvidado su propósito.
Porque no puede llamarse justicia aquella que exige viralidad para actuar.

En Altamira, una madre demostró que el amor también puede ser un acto legal.
Y que, cuando la justicia se retrasa, el corazón de una mujer puede dictar la única sentencia que realmente importa:

que la verdad, tarde o temprano, siempre encuentra el camino de regreso a casa.